Del portazo al ladrido: el enfado como puente (o ruptura) entre especies

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-Enfado sin guerra: aprendiendo a comunicar lo que duele, con ayuda de mis perros-

Una definición clara, breve y fundamentada del enfado es la siguiente:

«El enfado es una emoción básica que surge cuando percibimos que algo injusto, amenazante o frustrante ha ocurrido y sentimos la necesidad de establecer un límite o defendernos.»
Paul Ekman, psicólogo e investigador de las emociones básicas.

Paul Ekman es uno de los psicólogos más reconocidos en el estudio de las emociones universales. Él clasifica el enfado como una de las seis emociones básicas junto con la alegría, tristeza, miedo, asco y sorpresa.

También desde la neurociencia, el enfado se describe como:

«Una respuesta emocional con activación fisiológica que prepara al organismo para reaccionar ante una amenaza percibida, ya sea física, emocional o social.»
Joseph LeDoux, neurocientífico especializado en emociones y sistema límbico.

Cuando el portazo dice lo que no pude con palabras

Llevo meses discutiendo continuamente con mi pareja. Por todo, por nada, por cosas pequeñas que se vuelven grandes y por cosas grandes no habladas. Hoy discutimos de nuevo. Hubo un momento en que sentí que me faltó al respeto. Para él fue una broma, un juego, para mí claramente no lo fue. No era el momento. Estaba cansada, agobiada tras pasar más de una hora en una tienda de cosas para la casa, agobiada con los precios, viendo cómo él se detenía en cada objeto mientras rechazaba todo lo que yo proponía. Quien haya reformado una casa con su pareja me entiende perfectamente. Le muestro lo que me gusta, pero como no es lo que él quiere, lo descarta. Luego dice que no me expreso, que no le digo lo que me gusta. ¿Cómo explicarle que no se trata de que no lo diga, sino de que no lo escuche?

Añadiendo más cosas a la situación, hacía un calor insoportable. No tenemos aire acondicionado en el coche. Había tráfico, atascos, ruido, y yo solo quería volver a casa. Necesitaba un respiro de todo aquello. Después de dar vueltas para ir a comprar unas maderas, llegamos a la tienda y mi pareja no tenía batería en el móvil o no funciona más, no sabíamos que pasaba añadiendo más estrés a la situación. No pudo consultar las medidas que necesitábamos. Nos fuimos sin nada. Al llegar a casa, empiezo yo a descargar las cosas del coche y soltó: “No toques, déjalo ahí. Yo lo descargo. No toques”. Me hervía la sangre. No dije nada. Cerré la puerta del coche de un portazo. Un portazo con alma. Con peso. Entré a casa, saludé a mis perros y decidí escribir para tranquilizarme.

¿Qué significa ese portazo? Es una forma de comunicar un basta. Es un «estoy hasta los ovarios de todo lo que está pasando» traducido al lenguaje del cuerpo. Porque cuando uno se enfada con alguien a quien ama, lo que quiere —paradójicamente— es mantener el vínculo. El enfado busca proteger la relación. Es una alerta emocional: estás cruzando un límite y me duele (y te lo hago saber con un portazo porque no podía pensar en nada bueno en ese momento).

Con alguien a quien no quieres, el enfado es diferente. Si un desconocido me molesta en el tráfico, quizás le grite, le pite, y se acabó. Es una descarga, no un intento de reparar. Pero con la gente que uno ama, el enfado es más profundo, más desgarrador. Nos remueve por dentro. Nos hace querer que el otro entienda, que vea el daño, que cambie. Pero se paga un precio: el malestar emocional, la tensión física, y el esfuerzo posterior para regresar a un estado de calma, de conexión.

Y con los perros… ¿pasa lo mismo?


Cuando los perros también se enfadan

Todos nos hemos enfadado alguna vez con nuestro perro (supongo, es parte de convivir en familia). Algunos usamos una palabra como “mal” —así lo aprendí en un curso de adiestramiento canino este verano—, lo que yo realmente les digo es «pero qué haces?» y el tono de voz importa (¡y mucho!), otros simplemente cambian su tono de voz con un «no», cada uno somos diferentes. Pero ¿alguna vez nos hemos preguntado si ellos también se enfadan con nosotros?

La respuesta es sí. Lua y Aquiles, por ejemplo, no tienen reparo en decírmelo. Lua especialmente. Cuando cruzo una línea, me lo comunica. Si sus hermanos no escuchan, insiste. Es muy paciente con ellos. No con palabras, sino con su lenguaje, sus gestos, su energía. Aquiles es más sutil, pero también marca sus límites alto y claro. Aquiles tiene poca (o nada) paciencia. Rayo casi no se enfada, es tan raro que se enfade, pero hace más descargas que los otros dos. Rayo se comunica tan bien antes de enfadarse y se retira de la situación, si no puede solo entonces me pide ayuda, para ser tan intenso, se gestiona muy bien. Lua es igual que yo, explosiva, todo va bien hasta un punto de «no retorno» y arde Troya. Las dos estamos aprendiendo.

El enfado en perros, igual que en humanos, es una emoción que cumple una función adaptativa: proteger recursos, expresar incomodidad, marcar límites dentro del grupo social. Es normal y saludable si se gestiona de forma adecuada.

¿Qué hace el enfado en nuestro cuerpo?

Desde una perspectiva fisiológica, el enfado activa el sistema nervioso simpático, disparando una cascada de respuestas hormonales:

  • Cortisol y adrenalina: se liberan de inmediato, preparando el cuerpo para la acción: huida o lucha. Esto eleva la frecuencia cardíaca, la tensión muscular y la presión arterial.
  • Amígdala cerebral: interpreta la amenaza y activa la respuesta emocional. Si la corteza prefrontal (el área racional) no logra regular, reaccionamos de forma impulsiva.
  • Microbiota intestinal: sí, el intestino también sufre. El estrés mantenido por enfado continuo puede alterar el equilibrio bacteriano, afectando incluso nuestro sistema inmune.
  • Sistema digestivo: se ralentiza. Por eso, después de una discusión intensa, sentimos nudo en el estómago, falta de apetito o incluso ganas de vomitar.
  • Neurotransmisores: como la dopamina y la serotonina se ven afectados, y por eso tras enfadarnos nos sentimos vacíos, irritables o tristes.

No es solo una emoción pasajera: el enfado afecta cuerpo, mente y relaciones.


¿Y los perros? ¿Cómo se enfadan ellos?

El enfado en perros no se manifiesta con gritos ni portazos, pero sí tiene lenguaje propio. Algunas señales de que un perro está enfadado o molesto incluyen:

  • Tensión corporal
  • Miradas fijas
  • Gruñidos o ladridos cortos y secos
  • Marcaje o desplazamiento
  • Rechazo de contacto físico
  • Ignorar a su tutor como forma de decir “ahora no quiero estar contigo”

Ahora bien, el enfado entre perros también cambia según el contexto:

1. Entre perros de la misma familia social (como: Lua, Aquiles y Rayo)

Aquí los conflictos suelen ser momentáneos y comunicativos. Si uno se sobrepasa, otro marcará un límite con una mirada, un gruñido o un gesto corporal. A veces se apartan o se quitan recursos de manera sutil. Es una forma de mantener la convivencia equilibrada, igual que en los humanos.

2. Entre perros y sus tutores

Cuando los perros se sienten frustrados por falta de entendimiento, por una orden incoherente o una situación injusta, pueden mostrar señales de incomodidad: evitan la mirada, se alejan, se bloquean. Si esto se repite, puede surgir desconfianza o inseguridad.

3. Con perros desconocidos

El enfado puede escalar rápidamente si no hay una base de confianza previa. Aquí es vital la comunicación corporal: rigidez, cola alta, orejas hacia adelante, fijación visual. Saber leer estas señales evita conflictos mayores.

El poder del enfado: ciencia, emociones y vínculo humano-perro

1. ¿Qué le ocurre al cuerpo humano cuando nos enfadamos?

Cuando sentimos enfado o frustración, nuestro cerebro activa estructuras profundas:

La amígdala, responsable de detectar amenazas percibidas, dispara una señal al hipotálamo y la glándula pituitaria, liberando cortisol y adrenalina al torrente sanguíneo. Estas hormonas activan la respuesta de “lucha o huida”, elevando la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la respiración, la tensión muscular y la temperatura corporal, mientras se inhiben procesos no esenciales como la digestión

Simultáneamente, la corteza prefrontal ventromedial (vmPFC) intenta regular esa intensidad emocional; pero bajo ira intensa, su actividad disminuye, lo cual reduce la capacidad de control de impulsos y juicio racional

Estudios con priming emocional han demostrado que incluso la exposición subliminal a palabras como «anger» retrasa la toma de decisiones, aumenta la presión arterial y altera el funcionamiento del córtex visual y los circuitos atencionales

Consecuencias a largo plazo:

  • Daños cardiovasculares severos, mayor riesgo de infarto, hipertensión, arritmias e inflamación crónica
  • Deterioro del hipocampo y reducción del tamaño cortical en personas con rabia crónica, asociadas con mayor riesgo de ansiedad, depresión y deterioro cognitivo

2. El enfado y el cuerpo del perro

Aunque la investigación en emociones caninas aún está en evolución, se observa lo siguiente:

  • Perros reactivos o muy sensibles muestran picos elevados de cortisol en saliva después de situaciones frustrantes, lo que se correlaciona con menor tolerancia emocional y mayor vocalización o estrés conductual
  • Los estudios demuestran que estos perros tienen más dificultades para recuperarse emocionalmente si no se les permite descanso o regulación tras estímulos intensos

3. ¿Qué le sucede al cerebro emocional bajo enfado?

  • La amígdala detecta la amenaza, amplificando la respuesta emocional.
  • El hipotálamo activa el eje HPA (hipotálamo-hipófisis-adrenal), liberando cortisol y adrenalina
  • La prefrontal disminuye su control, entonces la respuesta emocional domina antes del juicio racional
  • Esta “secuestro emocional” mayormente ocurre de forma automática, sin pasar primero por la reflexión consciente (“amygdala hijack”)

A nivel visceral, los músculos se tensan, la sangre deja de ir al estómago (dificultando la digestión), el cuerpo sudoriza, y los huesos y cuello se rigidizan

4. En mi caso: lo que ocurrió y su significado emocional

Mi portazo es una señal física clara de ira contenida, una forma de decir “ya no puedo más”, un límite emocional enviado con fuerza no verbal. Es como una alarma: estás harta, agotada, emocionalmente saturada.

Cuando discutimos continuamente con quien amamos, en lugar de evitarnos, el enfado muchas veces busca la reconexión. Busca decir: “esta es nuestra línea, replantemos cómo nos comunicamos”. Porque con quienes amamos realmente, no ignoramos ese dolor, no fingimos que no importa.

5. Comparativa emocional: humanas vs perros

Con nuestros perros también existen límites emocionales. Lua y Aquiles me comunican con claridad cuando están incómodos. Cuando Lua siente que no la escuchas, te repite su señal: ladrido, freno, cambio de posición, la tensión en el cuerpo, mandíbula y una mirada fría. Hay un mensaje claro: “respeta mi espacio emocional” o “esto no me hace bien”.

Cuando me enfado con tu pareja, por ejemplo, comunico: “esto ha sido demasiado”. Cuando Lua lo hace conmigo, en su lenguaje canino me dice: “esto se me escapa”. Ambas reacciones nacen del mismo lugar: la necesidad de protección emocional.

6. Relación entre estrés, microbioma y emociones

El estrés emocional crónico altera la microbiota intestinal, tanto en humanos como en perros. El cortisol facilita el crecimiento de bacterias patógenas y reduce la diversidad saludable en el intestino, lo que afecta el estado de ánimo, digestión y la regulación emocional a largo plazo.

7. ¿Por qué este artículo no termina?

Porque apenas comenzamos a desmenuzar esta emoción compleja llamada enfado. En próximos artículos exploraremos:

  • La diferencia entre rencor, ira y frustración.
  • Cómo la falta de comunicación clara activa la amígdala y dispara reacciones defensivas.
  • Cómo manejar límites emocionales sin dañar el vínculo.
  • Herramientas prácticas (respiración, pausa cerebral, mensajes conscientes).
  • Cómo perros sensibles como Lua reaccionan al enfado humano o canino y qué podemos aprender de ellas.

Gracias por llegar hasta aquí y acompañarme en esta reflexión emocional profunda. Te espero en la próxima entrada. Antes de terminar:

Te recomiendo leer uno de mis libros favoritos que es:

Por el amor de un perro – de Patricia McConnell

Tema: emociones humanas y caninas
Por qué lo recomiendo: Es un libro fundamental para entender cómo las emociones de los perros y las nuestras no solo se parecen, sino que se influyen mutuamente. Habla del miedo, la alegría, el enfado, el amor… con base científica y con experiencias reales.

Ideal para quienes buscan conectar más profundamente con su perro desde lo emocional.

CONCLUSIÓN FINAL

Lo que me enseñó Javier, profesor de un curso de Adiestramiento Canino Cognitivo-Emocional al que asistí: «El enfado no es el enemigo». Es una emoción compleja que, cuando aparece, solo quiere hacernos escuchar algo urgente: un límite que se está sobrepasando, una necesidad que no está siendo vista, un vínculo que necesita reajustarse para no romperse.

A lo largo de este artículo he compartido parte de mi proceso, de mis errores y aprendizajes. No como experta, sino como aprendiz eterna en este viaje emocional junto a mis perros. Ellos, con su honestidad emocional, me han mostrado que no hay emoción “mala”, solo emociones mal comprendidas.

En las próximas entradas, te invito a seguir explorando conmigo otras emociones que también nos descolocan: la frustración, la ira, la desconexión, la mala comunicación. Porque entenderlas es el primer paso para sanar relaciones, con nosotros mismos, con los demás… y con nuestros perros.

¿Y tú, cómo gestionas tu enfado? ¿Qué te enseñan tus animales sobre tus emociones?

Gracias por llegar hasta aquí. Gracias por leerme. Y si sientes que necesitas un espacio íntimo donde explorar tus emociones, escribir sin juicio, y reconectar contigo, te invito a conocer mi journal de escritura compasiva para mujeres:

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Nos vemos pronto, en la siguiente emoción.

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